lunes, 28 de junio de 2010

Distintas visiones de la clasificación a cuartos

Que sea por los pibes

Por Manuel Elicabe

Se me hace difícil disimular el escaso fanatismo que tengo por la Selección. Intento encontrar la excusa en que mis 31 años de edad me han quitado emoción, que no me identifico con la clase de jugadores que están y que me cuesta encontrar un sentimiento de pertenencia con respecto al equipo de mi país. Se me hace aún peor cuando comparo a este equipo de Diego con la camada de jugadores que estuvieron en México '86 e Italia '90, en donde sentía una profunda admiración en aquellas personas que representaban al territorio argentino. Por aquellas épocas tenía apenas entre 7 y 11 almanaques encima y me temblaban las piernas cada vez que tenía que mirar un partido. El nerviosismo y la adrenalina se apoderaban de mi cuerpo como cuando tenía que sacar a bailar a una compañera en un malón de la primaria.

Ahora ya no es lo mismo y hasta diría que me da igual lo que pueda llegar a pasar en la recta final. Pero la semana pasada me asaltó un pensamiento que me estrechó una mano para salir del pozo del egoísmo. Pensé en la cantidad de chicos que están esperando el mejor desenlace, que sí se hacen pis cada vez que piensan en Messi y que no tuvieron la suerte de verlo campeón del mundo. Por momentos me invade un profundo desinterés, pero cuando me acuerdo de toda una generación que sufrió con las últimas derrotas ante Brasil y las eliminaciones del 2002 y 2006, me siento en una silla mecedora para esperar con ansias la alegría de los chicos. Ojalá se dé y que sea por esos pibes que aman el fútbol como lo sentí alguna vez.

Disponibilidad grupal
Por Gonzalo López

Es una obviedad pensar o decir que cualquier jugador que integre alguna de las 32 selecciones está en condiciones de disputar la Copa del Mundo. Pero lo que también es cierto es que para pensar en ganar el torneo, en ser protagonistas y en lograr ganarse el respeto de cada rival, siempre hay que estar dispuesto a poner al equipo por sobre todo, principalmente, por encima de cada jugador, así se forman los grupos, y a la larga son los grupos los que consiguen las cosas.

Pasado el Mundial 2006, se habló de diferencias: entre jugadores y el técnico, o entre los propios jugadores. Celos, protagonismo, individualismo, fueron algunos de los términos que resumen lo que pasó. Esto también se trasladó a parte de las Eliminatorias pasadas.

Afuera Basile, llegó Maradona y fue ahí donde de a poco, la Selección empezó a encaminar su rumbo, fue ahí donde Diego y también los jugadores dejaron de lado "su" presente y lo empezaron a pensar como el presente de un equipo.

Maradona dijo ayer que tiene 23 jugadores que están dispuestos, que se brindan al máximo y que quieren la gloria.

La disponibilidad del grupo, el demostrarle al técnico que (si bien siempre quieren jugar) privilegian lo que sea mejor para el conjunto, eso es parte de la clave de los logros. En ese camino está Argentina, logrando consolidar su grupo, apostando a las individualidades, pero sobre todo entendiendo que el triunfo es de todos, no sólo del que hace el gol clave, sino de la unión y la fuerza de cada uno de ellos puesta al servicio del conjunto.



Los nombres, lo de menos
Por Máximo Randrup
A la hora de los triunfos son pocas las críticas que se escuchan. Aunque la mayoría se sube al carro ganador y prácticamente todos son elogios, es factible que haya aspectos futbolísticos que se le puedan discutir a Diego Maradona. Sin embargo hay una idea que es incuestionable: el entrenador argentino manda a la cancha a los once que cree que están mejor.

En los cuatro partidos que disputó hasta el momento, el seleccionado argentino nunca repitió la formación. El director técnico cambió los nombres y, cuando lo consideró necesario, no dudó en mover el esquema. Lo positivo es que el rendimiento nunca mermó.

Con estas actitudes el DT muestra dos caras. Por un lado la flexibilidad. A diferencia de otros entrenadores, Maradona no se desvive por tener un once titular que se pueda decir de memoria. Diego opta por una rotación que se vincula al momento de cada futbolista y al planteo táctico según el rival de turno. Por otro lado, el rostro de la firmeza. Al técnico no le tiembla el pulso el hecho de dejar afuera a jugadores referentes, como por ejemplo Juan Sebastián Verón. Está claro que el líder del seleccionado no se casa con nadie.

Con el correr de los partidos apareció el sello distintivo de Maradona. El objetivo pasa por dejar la bandera argentina en lo más alto posible. Y los nombres son lo de menos.

La hora de la verdad
Por Santiago Rivas Murphy

Argentina sorteó un duro escollo y se mide ahora ante el desafío más importante que se le presenta en este Mundial. Con holgura y apoyado en el enorme peso de sus individualidades, la selección nacional superó 3-1 a México. Pero más allá de lo abultado que resultó el score final, quedó una imagen de precaución, de aviso, de cara al choque con un verdadero histórico de la Copa: Alemania.

Los germanos se presentan como una prueba de fuego para el equipo de Diego Maradona por la instancia, la calidad de sus jugadores y el hecho de ser una suerte de sombra argentina. Fue el verdugo en la final de 1990 y el villano del Mundial pasado cuando eliminó por penales al equipo de José Pekerman en la misma instancia donde chocarán en este certamen.

El antecedente del 3 de marzo de este año, donde Argentina ganó 1-0, servirá poco para comparar y medir las posibilidades de ambos equipos. Los dos cambiaron mucho y se mostraron muy diferentes a lo largo de este Mundial. Son equipos que piensan mucho más en el arco rival que en el propio; la muestra de esto es que son las selecciones con más goles a favor: 10 para Argentina y 9 para Alemania.

Se parecen además en la propuesta de juego, con muchos jugadores de ataque a partir de la mitad de cancha y con ciertas dudas en la defensa. La diferencia más notoria es que el combinado albiceleste no cuenta con un tanque pesado en el área como Klose ni los germanos con un talento indiscutido como Messi, más allá que Özil sea un dotado.

Por antecedentes pero también por presente, Argentina se enfrentará a su primer rival de peso en este Mundial. El sábado será la hora de la verdad para un equipo que gusta y seduce, pero que no ha encontrado un rival de su talla. Alemania lo es y medirá la verdadera jerarquía de la Selección de Maradona.


Estoy ilusionado
Por Mauro Bolatti

Hace una semana y media atrás, cuando Argentina superó con claridad 4 a 1 a Corea del Sur, desde estas líneas pedí mesura y tranquilidad. No había que confundir las cosas ni engrandecer la situación porque lo más difícil estaba por venir.

Hoy el pensamiento sigue siendo el mismo. Todavía falta mucho camino por recorrer, y hasta el momento no se ha logrado otra cosa que la confirmación de lo que (casi) todos pensaban en voz alta.

Ahora, teniendo en cuenta todos los acontecimientos que se fueron dando en esta cita mundial, con sorpresas a doquier y con una irregularidad pasmosa en casi todos los seleccionados participantes, sumado el rendimiento constante y equilibrado que ha mostrado el equipo nacional, estoy cada vez más ilusionado.

Como en el 2006, Alemania vuelve a ser el rival en cuartos de final. Los europeos no escapan a esta irregularidad e imprevisibilidad del campeonato (su clasificación en la zona de grupo es una clara evidencia de esta realidad). Si bien este puede ser un factor traicionero, los alemanes deben tener más dudas que nosotros.

Entonces, a no confiarse pero sí a seguir ilusionándose cada vez más. Estamos cerca, pero todavía queda mucho. Y lo más importante de todo, estamos bien.

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