martes, 12 de octubre de 2010

Desparpajo y talento

Por Juan Manuel González Arzac

Casos como estos, en la vida, hay un montón. Más aún en el fútbol, siendo una elección que exige demasiado y no siempre retribuye en igual proporción. Perseverancia, sacrificio, puntos que se presumen máximos en el rendimiento, luego recaídas y más tarde insólita superación de virtudes, y aunque comúnmente resultan efímeras, algunas ofrecen persistencia en el tiempo. Un poco de cada una de esas señales componen la carrera de Juan Manuel Martínez, quien el último domingo guió la fiesta de Vélez en Liniers, en un 6 a 0 que liquidó a Colón y fue mucho más que únicamente lo destacado de la décima fecha del Apertura.

Con gestos de aquellos viejos wines del fútbol argentino, pesadillas de cualquier defensa, el Burrito proveniente de Viedma, Río Negro, simplifica en ese apodo su repertorio, rótulo que contrajo por su semejanza al jugar con el jujeño Ariel Ortega. Velocidad, esfuerzo, desparpajo para transportar la pelota, y una generosa cuota de talento para quebrar la cintura (propia primero, ajena después) cuantas veces quisiese a fines útiles dentro del área rival.


DE A POCO. Eventuales impactos dio el delantero desde su debut en Vélez, allá por la séptima fecha del Apertura 2003 cuando ingresó por Leandro Gracián a los 26 minutos del segundo tiempo en lo que concluyó en victoria velezana sobre Talleres de Córdoba, por 2-1. Apariciones esporádicas, algún que otro buen partido, pero nada más. Como Carlos Ischia, técnico del Fortín en los primeros pasos del rionegrino por la Primera División, dejó su cargo, Miguel Ángel Russo, el sucesor, lo consideró prescindible en el inicio de la temporada 2005-2006, incluso habiendo sido partícipe de aquel equipazo campeón en el Clausura 05, con compañeros como el propio Gracián, Roly Zárate, Somoza, Marcelo Bravo, Castroman, Sessa, Fabricio Fuentes, Cubero, Jonás Gutiérrez…
Es que, si bien jugó 13 partidos en aquel campeonato (10 como titular), el Burrito tuvo un competidor que ninguno elige, como Mauro Zárate, siendo éste la gran joya de Vélez de los últimos años, cuestión que condicionó la decisión de Russo (no le salió nada mal, porque Zárate fue el goleador del Apertura 06, con 12 tantos).

OTROS RUMBOS. El propio Martínez le definió a Diagonales ese momento en su carrera como "experimental", donde asumió su realidad y se dispuso a sacarle rédito al impasse que debía soportar. Por tal motivo, aceptó el traspaso a Argentinos Juniors, aunque casi una docena de cotejos y un solo gol no fueron suficientes para que el Bicho considerara hacer uso de la opción de compra. Fue entonces que apareció el colombiano Mauricio Serna, el Chicho, quien le acercó una propuesta del Deportivo Cúcuta de su país, y hacia allí fue el Burrito.
Veinte partidos, en el año 2007, jugó Martínez con la camiseta cucuteña. Seis goles en ese número de partidos asoman como una cifra razonable, pero quizás se diluye al confirmar que la mitad los convirtió en un solo cotejo. Pues dudo que los hinchas rojinegros se olviden de aquella noche heroica del Burrito ante el Toluca Mexicano, por los octavos de final de la Copa Libertadores, donde debían levantar el 0-2 de la ida y un durísimo golpe en Colombia, ese que le propinó el uruguayo Vicente Sánchez al minuto de juego que pronosticaba el entierro masivo. Pero el delantero apareció en plenitud, en calcada repetición de virtudes a lo que años después (más precisamente con Colón) ofreció en Liniers, siendo excepcional en el 5-1 que llevó al Deportivo a los cuartos de final, instancia histórica en su vida institucional. Es más, el récord se extendió hasta semifinales, tras vencer a Nacional de Montevideo y caer con Boca, ¡y por diferencia de gol! (0-3 y 3-1).

DE NUEVO EN CASA. Su estadía en tierras cafeteras fue breve, porque finalizando el 2007 armó las valijas (para llenarlas de billetes) y viajó hacia Arabia Saudita para sumarse al Al-Shabab Riyadh. Pero Hugo Tocalli, flamante entrenador velezano tras la salida de Ricardo La Volpe, le pidió a los dirigentes que trajeran a Martínez y el delantero, ya en el año 2008, no dudo en regresar al club al cual pertenece desde la Novena División, lo que se dice su segunda casa.
Es cierto que el paso de Tocalli como técnico no fue nada bueno, y por tal motivo llegó Ricardo Gareca y nuevamente surgía la incógnita de qué podía suceder con el futuro del Burrito.
“En su momento charlé con Ricardo y pudimos decirnos lo que pensábamos. De ahí concluimos en que todo dependía de mí: si yo andaba bien iba a tener mi oportunidad, y luego la prioridad. Por eso estoy contento, porque me dieron la chance que tanto pretendía”, reconoció Martínez.
Y así fue como se hizo un lugar en el Vélez campeón del Clausura 2009, siendo algo así como “el jugador número 12”, porque compitió siempre con nombres como el de Joaquín Larrivey y Jonathan Cristaldo, pero con la garantía de ser el primer ingreso. Recordado por los hinchas aquel partido frente a Colón, en Santa Fe, donde el 2-0 en contra, por la fecha 11, condicionaba el futuro del equipo. Pero el Tigre reaccionó a tiempo, metió al Burrito y este fue clave para concluir en el 4-2 (metió el tercero).
Esos aportes fueron elementales para que Gareca se decidiera por renovarle la confianza al delantero, a quien le tocó lidiar su lugar con un grupo que incluía ahora a Santiago Silva, Leandro Caruso y Rolando Zárate (Cristaldo se recuperaba de una seria lesión de rodilla). Y aun así todo se fue orientando hacia la consolidación del rionegrino, quien define su realidad, la de hoy, como “el mejor momento de mi carrera”.
Esa frase que resume por qué Vélez se desprendió del uruguayo López, lo mismo que de Caruso, y por qué Cristaldo espera sentada afuera. Al mismo tiempo que es un fiel reflejo de la realidad de un equipo que cuenta con un hombre en plenitud, que juega y hace jugar, capaz de hacerse cargo de situaciones exigentes. Juan Manuel Martínez es uno de esos jugadores que rompen con la monotonía del fútbol. Desparpajo y talento.

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