Por Juan Manuel Gonzalez Arzac
Habrá que ver quien, o quienes, llegan primero a subirse a los botes o como mínimo a ponerse el salvavidas, cuando se vislumbre el desenlace del próximo Clausura y la zona roja le ponga nombres a las plazas de descenso directo y Promoción.
Claro, falta muchísimo para que eso ocurra. Pero la curiosidad que arroja el Apertura habiéndose jugado ya 11 fechas es que, a excepción del sorpresivo Arsenal (calificativo que no remite justificación al preguntarse por qué), los mismos nombres que iniciaron la peliaguda cruzada por ponerse de pie sin obedecer al abuso del promedio de puntos, siguen figurando como protagonistas de piso.
NÓMINA. Olimpo, Quilmes y All Boys padecen su condición de recientemente ascendido, la cual, de no mediar un milagro (que nunca se produjo desde la instauración de los promedios en 1983), no asegura salvación hasta aproximarse el cierre de la temporada. Muy cerca se posiciona Gimnasia, ya habitué de estos pagos peligrosos, sobretodo de la Promoción (la jugó y ganó los últimos dos años seguidos). Un poco más arriba (a 3 puntos) asoma River, seguido por Huracán (a 4 de éste) y Tigre (un poroto más).
La temporada 2010-11 se inició con los provenientes de la B Nacional sin puntos, en tanto, de abajo hacia arriba, la nómina la inauguraba River (84 puntos), luego Gimnasia y Arsenal (92), y más arriba Tigre (94), Huracán (95) y Racing (98). Como se puede apreciar, tanto los de Sarandí como La Academia han dado un salto sustancial y ahora miran al resto por encima y sin preocupaciones.
MANCHA. Es que la realidad señala, de manera contundente por cierto, que el grupo de los siete marcados se encolumnan bajo los lineamientos del desconcierto, la confusión, el miedo y los malos augurios, y por tal motivo penan por el devenir de cada partido domingo a domingo como breves azotes de lo que se presume que arribará después.
La figura de River en este lote ya no es sorpresa, pero no es menor decir que aún habiendo perdido sólo dos partidos de los once que jugó hasta aquí sigue en zona de Promoción, lo que materializa dos apreciaciones: le descontó ocho puntos al Lobo y está a tiro de salir de todo, pero su puesta en escena continua y la exigencia de revalidar su historia le quitan méritos a su evidente crecimiento. Por eso aún no hay que grabarlo como un seguro sobreviviente, incluso pese a su peso específico. Pero también porque advierte un factor común que aparece con repetición en algunos de estos peces de fondo: la irregularidad.
El emblema de la alteración que ostentan algunos es Tigre. En su arranque perdió los tres primeros partidos, pero se recompuso rápido ganando otros tres de los siguientes cuatro, donde el restante fue empate. Eso sería un balance aceptable si el campeonato hubiera terminado allí. Pero hete aquí que, como eso no sucedió, se produjo el desequilibrio, porque al caer en sus últimas dos presentaciones el producto arroja un dato no menor: hace cuatro fechas que no vence (sumó dos puntos). Fiel reflejo de una inconsistencia que no se torna preocupante porque debajo suyo se pelean por hacer las cosas peor.
Para comprender el grado de infección que denota la falta de estabilidad basta con detenerse en lo hecho por Arsenal, pero haciendo foco, profundizando en su propósito, su modo y lo que resulta de ello. Gustavo Alfaro ha sabido forjar una identidad de juego característica, la cual encuentra su hábitat propicio en la zona aledaña al Viaducto. De menos a más conduce sus aspiraciones: solidez defensiva, pensar en rescatar como mínimo un punto, y si el desarrollo lo permite, explotar cualidades distintivas como ser un doble cinco de buen pie (Leiva y Ortiz) y carrileros peligrosos (Choy, Álvarez, Sena), o la potencia goleadora de una dupla en buena forma (Obolo y Leguizamón, quienes hicieron 5 y 4 goles, respectivamente, en lo que va del Apertura).
CONTRASTE. La contraposición a eso es la apuesta de Gimnasia a un estilo de juego enmarcado en la figura de Diego Cocca. Limpió el plantel (con el consentimiento de un gobierno ausente y nocivo) y lo rearmó a su gusto, pero olvidó la inevitable cuota de actitud y consistencia que la realidad institucional (porque ya no es sólo lo futbolístico) le pedía a gritos y ocho partidos del torneo le terminaron por abrir la puerta de salida. La onda expansiva de ese cimbronazo todavía corroe al Lobo, donde Pablo Morant intenta equilibrar una balanza imposible: siete derrotas sobre 11 cotejos.
Mismos pasos dio Huracán. Pero con el lastre de un torneo impecable que no fue glorioso por muy poco (aquel subcampeón de Ángel Cappa, en el Clausura 09) y que encima le nubló el futuro: la dirigencia desmanteló ese plantel, y al ciclo de Héctor Rivoira lo subsanó con limosna, y siete partidos (con tres derrotas) toleró la hinchada del Globo para que hoy un ídolo como Miguel Ángel Brindisi (cualquier similitud con la situación de Morant no es pura coincidencia) haga malabares por aminorar el impacto de los problemas.
Quilmes aguantó once fechas sin ganar y no tuvo otra opción que aceptar la partida de Hugo Tocalli. Y ahora apela a la reacción que pueda encontrarle Leonardo Madelón al plantel. Olimpo, otro de los recientemente ascendidos, es el equipo que más partidos perdió en el Apertura (8), y el pasado domingo halló algo de respiro al vencer a Lanús, pero su oscilación es tan marcada que no empató ningún encuentro.
DIFERENTE. Absolutamente distinto a sus pares es lo hecho por All Boys, que ganó 4, igualó 3 y cayó en los otros 4, lo que le permite sostenerse como el más firme candidato a quedarse entre los novatos (y el resto también), denotando que esa conducta, la misma que embandera Arsenal, la de la regularidad en el rendimiento, la solidez en la propuesta y el convencimiento sobre su plan, es el único camino viable para defender la permanencia. De lo contrario, queda sólo la esperanza de conseguir algún bote o un mísero salvavidas para aspirar al sueño de no ser uno de los cuatro penados.
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